Poesía con participios

Tal es el hedor, que ni el aire es capaz de moverse, por lo tanto, tampoco lo notarías. Entras y lo que menos te preocupa es que tus fosas nasales se inunden de semejante peste. La sensación de humedad que aprieta tus extremidades, la presión que martillea tu pecho amenazando a tu corazón, la neblina invisible que da jaque a tus ojos, retándolos a intentar vislumbrar algo en aquel ambiente incierto y borroso. Incluso el gusto, siempre apartado de la acción salvo para cuando toca saborear o identificar, ahora mismo está acobardado, pues nunca antes había sido llamado al campo de batalla. Un fuego cruzado de sensaciones horribles se está librando ahora mismo en tu boca. Tu lengua es el tablero de ajedrez.

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